El éxito liguero del FC Barcelona implica la decepción madridista
El equipo blanco cierra su segunda temporada sin Liga, Sin Copa, sin "Champions" Luxemburgo sobrevive pese al ocaso de los "galácticos".
El merecido triunfo liguero del FC Barcelona conlleva necesariamente el fracaso o al menos y la decepción en el Real Madrid, que cierra con su segunda temporada en blanco como su camiseta, pese a los esfuerzos y derroches del presidente, Florentino Pérez, por reconducir una política deportiva que se torció ya desde la fatídica noche en que Vicente del Bosque y Fernando Hierro abandonaron el club después de proclamarse campeones en la temporada 2002-03.
Tres técnicos en un mismo año, la eliminación en la Copa ante un Segunda, el Valladolid, y en la "Champions", mostrando una mediocre versión en Turín, son los frios datos que acompañan al equipo madridista, aunque quizá lo peor sea la sensación de que un grupo de jugadores de talla mundial como Figo, Zidane, Roberto Carlos, Beckam, Ronaldo (aunque este se salve algo por sus goles), o incluso el propio Raúl, abandonan sus mejores momentos fruto de la inexorable ley del fútbol.
La renovación parece ya esencial para que Florentino Pérez siga contando con un grupo ganador, cuyo pilar fundamental, el técnico, parece haberse ganado la continuidad y la confianza, especialmente por su capacidad para obtener hasta la última "gota de sangre" de un equipo competitivamente mayor y que arrastra importantes carencias estructurales desde la aparición del modelo "Zidanes y Pavones".
El orgullo y la casta, y las aportaciones de Casillas en la portería, y Ronaldo en ataque, así como el oportunismo de Owen, el sudor de Beckham, el sacrificio de Gravesen y las gotas de calidad de Guti han permitido a los blancos recuperar el risueño en el tramo final del campeonato, aunque esa sensación no puede esconder el gris panorama de un equipo cuyo juego no se corresponde a la grandeza de la entidad.
Superado el año de "transición" con Carlos Queiroz, el Real Madrid afrontó con renovado entusiasmo el nuevo ejercicio de la mano de José Antonio Camacho, un nuevo "guru" del madridismo, pero con un barniz más moderno que su antecesor salmantino, según la cúpula directiva del club.
Sin embargo, la herida abierta con Queiroz no suturó con Camacho. El de Cieza abandonó por sorpresa la nave blanca porque ya anticipaba que no era un proyecto ganador y porque su filosofía, alimentada del madridismo de la vieja usanza, no coincidía ni con la de los jugadores ni con la de la directiva.
Florentino Pérez trató de taponar lo que empezaba a emerger como su primera gran crisis deportiva con el segundo de Camacho, Mariano García Remón, un nuevo "Del Bosque", que aguantó el tirón como pudo, defendiendo a sus jugadores ante las crecientes críticas de la afición, muy descontenta con los suyos.
Entre vaivén y vaivén, el equipo se descompuso, se complicó la existencia en la Liga de Campeones, hasta el pudo de jugárselo todo en el último encuentro ante una deshauciada Roma en un estadio vacio, y perdió el rumbo en la Liga, que ya marcaba el Barcelona con gran autoridad.
La derrota del equipo en el Bernabéu ante el Sevilla a finales de diciembre cerraba un año insólito. Hasta el mes de marzo todas las competiciones parecieron al alcance de los blancos, aunque su juego empezaba a ofrecer visos de que algo no funcionaba como luego se compobó.
Desde entonces, con la derrota del equipo en la final de Copa, el derrumbe, incluido el récord de derrotas consecutivas en Liga, cinco. En Navidades, entonces, una época de nuevas ilusiones y propósitos, el presidente giró en redondo y encargó una nueva proyección deportiva al italiano Arrigo Sacchi, conductor del gran Milan de finales de los 80 y principios de los 90.
De la mano del italiano, en una decisión contracorriente, aterrizó en Barajas el técnico brasileño Vanderlei Luxemburgo. Sin curriculum en Europa, pero gran historial en su país, "Luxe" fue bienvenido porque directiva y aficionados eran conscientes de que era necesario un cambio.
El juego no se transformó, pero sí la actitud o el espíritu de sacrificio que inculcó Luxemburgo. El resultado, siete victorias consecutivas, y la sensación de que la Liga, dominada por el Barça de Etoo, uno de los grandes errores del presidente blanco, era todavía posible.
La toma de contacto del técnico con el equipo sirvió de reflote porque en sólo seis minutos el Real Madrid ganó a la Real Sociedad un partido aplazado en su día por una amenaza de bomba en el Santiago Bernabéu.
Pero la competición por excelencia del equipo madridista se convirtió en un golpe fatídico por la eliminación ante la Juventus y especialmente la sensación de que el ciclo había llegado a su fin. Dos derrotas, ante Athletic y Getafe, antes y después de los encuentros ante la Juve, enterraron las opciones en Liga del equipo blanco.
Pese a su ejercicio de casta y coraje, con el que ha solventado la mayor parte de sus partidos en la recta final, incluidas de nuevo siete victorias consecutivas, así como las inestimables aportaciones de Casillas y Ronaldo, el Real Madrid cede la hegemonia del fútbol español al FC Barcelona con la incógnita de saber si será por un largo periodo o si Florentino, acompañado de Sacchi, podrá reconstruir de nuevo su Madrid "galáctico".


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