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El Milan no necesitó de un gran partido para entrar en su séptimo cielo y cobrarse la afrenta de Estambul. Kaká y el oportunismo de Inzaghi le sirvieron para alzar su séptima Copa de Europa. Cuestión de grandeza, mitología o de suerte, de todo a la vez. El Milan ejecutó en Atenas una de las finales menos autoritarias que se le recuerdan y se llevó la gloria, la séptima de una historia de éxito sempiterno. Está a dos del Madrid, al que ya supera en títulos europeos. En Estambul, exhibió 40 minutos primorosos, y se llevó el veneno en la segunda parte, la remontada más orgiástica de la historia del fútbol. Cosas de brujas. |
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