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En un partido inolvidable para el barcelonismo, un gran Barça demostró que no es líder por esa suerte a la que constantemente se venía refiriendo Lorenzo Sanz. Los blancos, después del tropiezo de anoche, ya están a siete puntos de los blaugrana que, además, salieron del Bernabéu con la moral reforzada. Van Gaal, fiel a su modo de ver y entender este deporte, ordenó un equipo concienzudamente pensado y armado para plantar cara al Real Madrid. Como casi siempre, sorprendió. Rescató del baúl de los recuerdos al mismísimo Stoichkov y lo colocó pegado a la banda izquierda para tapar las internadas de Panucci. De paso, dejaba más libre a Rivaldo que salió como delantero centro nato. Lo más sorprendente, que no ilógico, fue ver a Oscar cerrando y presionando a Redondo, uno de los creadores del equipo blanco. A Luis Enrique le asignó la misión de ahogar a Seedorf y reducir su campo de acción. A De la Peña, en vez de encomendarle la tarea de armar el juego en la zona central, lo desplazó a la banda derecha para ocuparse de Amavisca. Sin embargo, a Van Gaal no debió de convencerle en exceso el comportamiento táctico de De la Peña porque a los 25 minutos lo sustituyó por Abelardo. Es la segunda vez, tras el partido frente al Tenerife, que el canterano sale del campo antes de la media hora. Ferrer dejó a Suker o Mijatovic (hubo marcaje zonal a los delanteros natos del Madrid) y el asturiano se integró en la zona defensiva donde el holandés Reiziger perseguía como un perro de presa a Raúl. El Barça, ordenado y sin dejar espacios detrás de su espalda (la defensa jugó pegada en la línea del área), cedió el mando del partido a los hombres de Heynckes de forma premeditada. Atados en corto jugadores creativos como Redondo y rápidos como Amavisca o Raúl, la presión azulgrana en las tres cuartas partes del campo bastaba para provocar la imprecisión del Madrid y, con ella, el nerviosismo generalizado. Arropados por 100.000 gargantas, los madridistas recibieron muy pronto el impacto de la primera piedra en la frente. Aún no se habían rebasado los cinco minutos de partido cuando Figo recibió en la banda derecha un balón que él se encargó de centrar milimétricamente para que Rivaldo, colándose entre Hierro y Sanchís, enviara al fondo de la portería de Cañizares. El Barça acababa de propinarle un duro golpe a su eterno rival. Un rival que se había pasado toda la semana asegurando que el Barça acudiría al Santiago Bernabéu con el miedo en el cuerpo por el 4-1 de la Supercopa. El Real Madrid, obviamente, no se arredró y se lanzó al ataque aprovechando los metros que le dejaba el Barça, que renunciaba, en un error estudiado, a controlar el balón. Los blaugrana ganaron muchísimo teniendo a Rivaldo en el campo con libertad de movimientos. Fue una pena que Ansuátegui Roca permitiera la caza del brasileño. Primero Redondo y después Hierro le dieron todo lo que quisieron y más. Los dos jugadores blancos vieron la correspondiente tarjeta amarilla. Pero el internacional español debería tener mejores modos y no dar tantas patadas malintencionadas. Rivaldo sacó de quicio a Hierro hasta el extremo que le agredió en una ocasión sin que el árbitro quisiera enterarse, con lo que perjudicó mucho al Barça. El Real Madrid pudo empatar a los 26 minutos, pero el remate de cabeza de Suker, a bocajarro, fue despejado con una sola mano por Hesp en una acción de grandes reflejos. Unos minutos más tarde fue Sergi quien, debajo de los palos, despejó de cabeza una pelota que entraba a portería. Ese fue todo el peligro de un Real Madrid que sacó ocho saques de esquina en un primer tiempo en el que el Barça logró su gol en la única oportunidad que disparó a puerta. El derby estaba cumpliendo todos los requisitos de un partido de esta índole: emoción, nervios, ataques constantes, contragolpes. No había tiempo para el sosiego. Y todos esos aditivos e ingredientes que hacen grande un partido de fútbol se multiplicaron por dos en un trepidante y emocionantísimo segundo periodo. El Madrid empata Si el Barça había golpeado muy pronto en el primer tiempo, el Madrid le pagó con la misma moneda a los azulgranas. A los tres minutos de la reanudación Raúl se marchó del pegajoso marcaje de Reiziger, siguió la jugada de Roberto Carlos y aprovechó su centro para batir a Hesp una vez se hubo colado entre Sergi y Couto. Lejos de hundirse anímicamente, el Barça mantuvo el tipo y dos minutos más tarde Luis Enrique volvió a poner por delante en el marcador al Barça con un gol de categoría, casta y gran calidad. Se fue de tres rivales y al llegar al borde del área disparó con furia batiendo a Cañizares. El Madrid empató a los 17 minutos del segundo tiempo con un tiro espectacular de Suker que entró por toda la escuadra. En ese momento Giovanni ya estaba en el terreno de juego en lugar de Stoichkov. Después, Amor reemplazó a un agotado Oscar. En medio de un constante toma y daca y nervios apareció un fabulso Figo que galopó por la banda izquierda para irse solo. Centró y Giovanni, desde atrás, logró el 2-3 para el Barça. El Bernabéu enmudeció. El Madrid se hundió y el partido, en esos últimos minutos, sólo tuvo color azulgrana. El Barça ganó a lo campeón y reforzó su prestigio e imagen. Mejor, imposible. |
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