He conocido personas excelentes en todos grupos, trabajos, estratos sociales y de poder, la honestidad está y reside a nuestro lado, pese a que no salga en los titulares ni obtenga grandes cifras de presencia en los programas de televisión. Las personas honestas, su forma de ser y actuar no son noticia, ni lo que hacen es rentable para los medios de comunicación.
El modelo hombre y mujer decente no vende, aquel que es decente, razonable, recto, justo, y honrado, tarda a sobresalir del resto. Es difícil escalar de manera rápida sin pisar a los demás. Es difícil llegar de manera veloz a una posición elevada, sin aplastar a todo aquel que te encuentras por el camino. Es difícil amasar una gran fortuna, sin haber dejado por el camino, pobreza, hambre, desolación, y quizá más de algún muerto.
Al honesto no se le ve, el honesto permanece al lado, es un gran colaborador, se puede depositar la confianza en él, trabaja eficazmente, y nunca orillará, ni arrebatará el puesto a aquellos que no lo son. El honesto no molesta, mientras no destape la caja de la mierda, y deje a la vista todo lo descompuesto y podrido. El honesto, tiene su puesto asegurado al lado de los poderosos, si se está quietecito, y no quiera mirar allí donde no se puede mirar.
La sociedad en la que vivimos es perversa, los seres que la componen, admiran a todo aquel que escala y se enriquece de manera veloz sin importar como lo ha hecho. Es como si la mayoría no quisiera enterarse del gran engaño del falso progreso personal.
Las personas honestas están a nuestro lado, son buenos padres de familia, trabajadores, y excelentes profesionales, pero casi no se les ve.