Sergio García De La Fuente nace en el barrio de Bon Pastor, en Barcelona, el 9-6-1983, desde pequeño demostró que no había cosa que más le gustara que jugar al futbol. Sergio García, empezó a jugar en la escuela del C.F. Damm y siendo alevín lo llamó el Barça. Volvió cedido al Damm, aún cadete, e hizo más de 50 goles en un solo año. Regresó al Barça y vivió un desenfreno juvenil: año a año, firmó 32 goles en 36 partidos; 30 goles en 22 partidos; 10 goles en 15 partidos; y ya en el Barcelona B, 22 goles en 34 partidos y 15 goles en 22 partidos. Era un goleador fenomenal. Sigue siendo el máximo goleador de categorías inferiores del Barça. A esa edad, a Sergio ya se le distinguía por sus piernas torcidas, algo que le llevó a oír comentarios despectivos, olvidan a otros futbolistas como Hansi Muller que era paticorto; Garrincha tenía las piernas malas; Puskas o Maradona fueron genios con las piernas abombadas. Favorecido por esa extrañeza de las formas, Sergio no corre, se embala en vertical, como los dibujos animados y los velocistas que buscan la meta.
Debutó en la Champions con el Barcelona, en octubre de 2002 frente al Brujas. Y en la Liga en septiembre de 2003, con el Sevilla. Y eso fue apenas todo. En total jugó 9 partidos oficiales con el Barça, (4 partidos de Liga (202 minutos), 3 partidos de competición europea (74 minutos) y 2 partidos de copa del Rey (28 minutos). En una cualquiera de las mañanas repetidas en las que veía entrenarse a su hijo, Sergio García padre se dio cuenta de que la letra pequeña de aquel sueño de triunfar en el Estadi, obligaba al exilio. Puede ocurrir que, si uno mira las mañanas repetidas así, de soslayo, llegue a entrever lo que va a suceder, y eso pensó el padre mientras ponía café en el bar de su propiedad en el barrio de Bon Pastor. Tras el montón de goles adolescentes, su padre intuyó el destierro. Son justo los chicos que crecen en los equipos grandes los que más complicado tienen jugar en los equipos grandes. Sergio García lo tomó con resignación y en 2004 fue cedido al Levante donde Sergio García alcanzó notoriedad por los peinados, el pelo de pincho eléctrico, los teñidos y las cabezas rapadas. Los arreglos capilares anticipaban por error a un futbolista disperso, más atento a lo accesorio que al juego, extravagante o alocado. Sergio es cualquier cosa excepto un muchacho estridente. Reservado, ajeno, tranquilo, gran persona. En el Levante empezó a respirar al llegar Schuster, e hizo un buen final de temporada que sirvió para que le fichara el Zaragoza. Su primer año en el Zaragoza fue muy duro pues apenas contaba con él Víctor Muñoz, lo poco que jugaba eran los últimos minutos si acaso, la afición pensaba que sería otro fracaso. Pero la llegada de Víctor Fernández al banquillo maño supuso el redescubrimiento de Sergio, tiene gol, y está dando unos pases perfectos es de los que más asistencias de gol da, aparte de sus regates y la manera de encarar a las defensas rivales
Sergio pudo confundir sus más de cien goles con un derecho inalienable a ser titular y goleador en Primera. No lo hizo. A cambio, ha buscado hasta encontrarle el sentido a su fútbol en los interiores de su juego, donde nadie lo aguardaba: este año todo el mundo está de acuerdo en su explosión. Sergio lleva un solo tanto, pero a cambio es el mejor pasador de gol de la Liga “Antes hacía tantos goles que no se veían mis pases, ahora me ocurre justo lo contrario”, explica. El buen delantero actualmente en el Zaragoza.
En el vestuario culé sus apodos eran muchos por su carácter, recuerdo que le llamaban Serginho, Noi de Bon Pastor, y Bart Simpson por un peinado que se hizo.
En el Barça llevó los números 39 y 36, y si bien no marcó ningún gol en partidos oficiales, en amistosos marcó 5 goles.